Decía Ramón de Campoamor aquello de
que en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira...
No hay que ir muy lejos para encontrar
el infinito: Vivimos dentro; Tampoco hay que esperar mucho para encontrarse con
la eternidad: En ella estamos.
Pero aquí, en este espacio-tiempo que nos
ha tocado, tengo la sensación de vivir con unas coordenadas falsas, de estar
plantada en el planeta con una serie de fijaciones que, por costumbre, se han
vuelto normales. Tal vez sea debido al lenguaje y/o a una especie de ubicación
centrada en la identidad personal o en el propio entorno. Me explico: Decimos
que el sol sale o se pone, ¡vale!. Sin embargo, sabemos que la tierra da
vueltas alrededor del sol y que éste se mueve por la galaxia, pero realmente no
lo percibimos así. ¿Han probado alguna vez a situarse hacia el saliente, justo
antes de salir el sol e intentar ser conscientes del movimiento de rotación? O
sea: concienciarse de que no somos un punto fijo sobre el cual pasa el sol, sino
que, pegados a una bola en movimiento, vamos hacia delante y hacia abajo. Si se
consigue, se marea uno. Sin embargo, por disparatado que parezca, eso es lo que
hay.
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