domingo, 21 de julio de 2013

Madrugada



Madrugada… espera.
¿Qué voy a hacer del día si te vas?
¿No quieres compartir conmigo el alba?
¿No comprendes que, de ser mi compañera,
el frescor de tu promesa, mi día salva?
Ya te pierdo… pero sé que volverás.

Madrugada… espera.
No te quedes atrás, no me abandones.
No dejes que me embriague el nuevo día
con el ir y venir de las razones,
de tantas cotidianas sinrazones.
Deja que tu perfume sea mi guía.
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Madrugada… espera.
No te marches, no me dejes
no recedas
ante el día, como tantas otras veces;
como tantos otros días.
Si te quedas,
surgirá mi día mientras tú proteges
esta magia que nos dan las viejas guías

Esa magia tan real y tan querida
que las jornadas barren con su aliento
sin percatarse de cuidar la vida
y se llevan las raíces del encuentro.

Si pudiera filtrar lo cotidiano
y si pudiera unirlo a tu frescura,
el corazón traspasaría lo mundano
y la mente cesaría su locura.

Ya te vas, madrugada, ya es de día;
ya comienza la tarea cotidiana.
Si no te olvido, tu magia será mía
y si te olvido, volverás mañana
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Madrugada, qué tortazo
al despertar tan temprano.
Ese olor, ese bullicio,
ese devenir humano...

¿Quién enarboló ese mazo
que aporrea mi modorra?,
¿qué me ha sacado de quicio?
Fue, sin duda, el trompetazo;
y tú ... te has ido a la porra.
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Ya se puso el sol, ya crece
el esperado sosiego;
y aunque parece que mece
la noche, el cuerpo cansado,
el rumor, que bulle ciego,
del día, no se ha cerrado.

¿Qué puede aquietar la mente
y dar paz al corazón?
Si el día cumplió su acción
y el actuar fue consciente,
¿por qué la mente resiente
esta absurda sinrazón?

Sosiego ... paz ... sentimiento ...
acciones ... consciencia ... mente ...
pensamientos ... corazón ...
soy dueña de lo que siento:
estoy viva y soy consciente;
soy dueña de mi razón.

¿Qué rumores bullen, pues?
fantasmas son que, reflejos
de un día que ya no es,
de un soplo se van, perplejos
y cuando han quedado lejos
el sueño puede nacer.

Madrugada, ¿qué argumentos
lleva el día en su rodar?
Qué extraño poder vivir
sin plasmar los sentimientos
y aún así sobrevivir
hasta que llegues gloriosa

¿Cuánto tiempo tardarás,
madrugada, en regresar?
Sé que vuelves a diario;
sé que no me fallarás.
Pero el calor en la mente
y el frío en el corazón
me retienen, inconsciente
y me privan de tu don.

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